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Sobre mí

Mi primer contacto con la fotografía fue, siendo un chaval, con una robusta cámara que tenía mi padre, una pequeña Werlisa que me permitió juguetear con este mundo de la luz durante varios años. El gusanillo, la afición, o el vicio, hicieron que ahorrara para poder comprarme mi primera cámara en propiedad un poco seria, una réflex que me acercó a otro mundo de posibilidades: mejor control de la luz y los objetivos intercambiables.

En los ochenta pude asistir a varios cursos que me aficionaron a las bombillas rojas de los laboratorios químicos, los líquidos de revelado y el mágico mundo de la fotografía en blanco y negro. Esto, junto a las asignaturas optativas en mi carrera universitaria, el contacto con la Sociedad Fotográfica Peñarandina y algunas de la capital salmantina, fueron abriéndome un horizonte fotográfico que en lugar de apagarse ha ido avivándose con el paso de los años.

La curiosidad, necesidad de aprender y la transformación que han ido sufriendo los soportes fotográficos (tecnológicos y digitales) han hecho que en los últimos años compagine mi trabajo y las múltiples aficiones con la autoformación en el campo de la fotografía. Y ahí seguimos, intentando transmitir con las imágenes, como maestro de profesión y vocación, aficionado a la fotografía y eterno aprendiz de la vida.